domingo, diciembre 10, 2006

Australia

El viernes no podíamos romper con nuestra dinámica de salir por ahí a cenar, y teniendo en cuenta que estaban aquí Cristina y Jesús, quise llevarmelos a algún sitio exótico. Así que con la ayuda inestimable de Lluís, reservamos en el Etíope y me los llevé a comer con los dedos como ya os he contado en anteriores ocasiones. Ni que decir tiene que les encantó y como muestra os pongo la foto con la cara de felicidad y cochinos que se nos puso a todos. Además y como curiosidad, tomamos un vino sudafricano que estaba bien bueno...

En el etiope después de pringarnos las manos

El sábado aprovechamos para pegarnos un viajecito los tres. Fuimos a Salzburgo, en Austria, la ciudad de Mozart. Y digo bien, la ciudad de Mozart porque si el susodicho interfecto levantara la cabeza le daría un soponcio de ver la que hay montada en su ciudad natal. Hay Mozart por todos lados. Aunque también se entiende, este año conmemoraban el 250 aniversario de su nacimiento. De todos modos, la ciudad es impresionante, preciosa, y esta época es sin duda, la mejor para visitarla, todo lleno de mercadillos y de adornos navideños.
La única pega es la mojá continua que recibimos desde que pisamos Salzburgo. El viaje en tren desde München está muy bien, dura como una hora y tres cuartos y por solo 27 euros, pueden viajar hasta 5 personas ida y vuelta. Con estas condiciones quién no se anima... Aunque durante el camino vimos la nieve y paisajes nevados, al llegar a Salzburgo, el calor propio de la ciudad hacía que en vez de nevar, no parase de llover. Y no nos dió tregua alguna.
Para combatir el frio, nos comimos unas salchichas (vaya atracón de salchichas que se ha pegado mi cuñado esta semana) al curry que picaban "pa to sus castas", regadas con su correspondiente Glühwein.

Comiendo salchichas (joder como picaban) en Salzburgo

Viendo la ciudad encontramos una tienda donde vendían huevos pintados para adornar el árbol de navidad. Impresionante, miles de huevos pintados con todo tipo de motivos, y unos precios que quitaban el hipo. Había huevos por 15 y hasta 25 lerus. Aunque algunos eran verdaderas obras de arte, claro. Por lo visto son típicos en Salzburgo, porque había alguna otra tienda también que los vendía

Uno de los muchísimos montones de huevos pintados

Como no podía ser menos, nos hicimos una fotillo a la entrada de la casa natal de Mozart, que tiene un museo dentro pero que no pudimos ver por falta de tiempo. Tampoco es que sea nada del otro mundo. Una casa en el centro con un letrero grande en la fachada que dice "Mozart Geburtshaus" (casa natal de Mozart) pero siempre hace ilusión, claro.

A las puertas de la casa natal de Mozart

También vimos la catedral (impresionante) y a un grupillo cantando villancicos a la puerta de esta. Y probamos unos dulces que eran como bombas de relojería por lo que llenaban, regados por chocolate blanco caliente con un chorrito de Baileys para entrar en calor. Y es que el frío calaba por horas.
Un mercadillo de Navidad en Salzburgo junto a la casa de Mozart

Lo malo de que nos lloviera todo el día es que al cabo de las horas y de tanto pasear por la ciudad teníamos los pantalones chorreando y Jesús pisó sin querer un charco y se puso chorreando los zapatos. Ante semejante perspectiva nos vimos obligados a buscar por lo menos calcetines secos para que se los pusiera en el tren y evitara pillarse un trancazo de órdago. No solo encontramos calcetines, sino también unas babuchas de pelo que vendían en un puesto. Lo mejor era ver la cara de flipado del personal en el tren cuando empiezan a ver a Jesús quitarse los zapatos, los calcetines, plantarse los calcetines nuevos y luego las babuchas de pelo. Todo el vagón descojonado de risa, así como todos los que pasaban por allí y se daban cuenta. Pero como dice el refrán: ande yo caliente...

Las pintas de la criaturita en el tren

El resto del tiempo que pasaron estos dos en Münich se puede resumir en una acción, comiendo, jejeje. A la vuelta de Salzburgo fuimos a cenar a un italiano con Carlos y Anna y unos amigos de estos que han venido para esquiar (¡a ver si encuentran nieve!) y hoy domingo me los llevé a matarlos con un codillo en el Agustinerbrau. Ni que decir tiene que codillo y Apfelstruddle después se fueron al aeropuerto dando tumbos, pidiendo una cama para la siesta, pero con una sonrisa en los labios.
No hay nada como unas buenas vacaciones gastronómicas.

P.D: Lo de Australia tiene su explicación. Había en Salzburgo más italianos que austriacos, lo que explicaría una camiseta cachonda que vimos y que decía: "No kangaroos in Austria". Jejeje, estos pseudo deutsches...

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